Tomo, pues, Jehova Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Eden, para que lo labrara y lo guardase. Y mando Jehova Dios al hombre, diciendo: De todo arbol del huerto podras comer; mas del arbol de la ciencia del bien y del mal no comeras; porque el dia que de el comieres, ciertamente moriras Genesis 2:15-17>
El hombre instruido de la sociedad moderna ha sido enseñado desde su niñez que la especie humana está en el proceso de evolucionarse de una forma de vida más baja hacia una forma de vida más alta. Se enseña y se acepta esto casi como una cosa fuera de duda. El maestro presenta las ideas de la teoría de la evolución como si fueran hechos científicos ya probados y completamente establecidos, y el alumno recibe esta información sin el más mínimo pensamiento de que tal vez el esquema fantástico siéndole presentada no tiene absolutamente ningún fundamento en los hechos del mundo en que realmente vive.
Se ha dicho que un hombre creerá casi todo con tal que sea una mentira. Cuánto más fantástico que sea el cuento, tanto más prontamente será creído, aun por los hombres más instruidos. En cambio, no importa lo sencillo, lo claro, y lo directo que sea la verdad, casi siempre se la rechazará. Como un ex-científico, conociendo bien la teoría de la evolución, yo puedo decir que he visto de primera mano que este dicho es verdadero. Aunque esa teoría es totalmente fantástica y de ninguna manera verificada en el laboratorio ni en las experiencias de la vida real, casi la totalidad de la comunidad de los científicos la acepta como fuera de duda y da por un tonto a cualquiera persona que crea las sencillas declaraciones de la Biblia acerca de la creación.
En la teoría de la evolución se dice que el hombre comenzó como una gotita de protoplasma o algo parecido en algún mar prístino de lama y que por millones y millones de años él se ha evolucionado progresivamente por algún desconocido pero fantástico proceso hacia formas de vida cada vez más altas y complejas, culminando en la criatura maravillosa, asombrosa, y milagrosa que actualmente se ve. No obstante, las Escrituras nos dicen simplemente que Dios creó el mundo y luego creó a Adán y a Eva quienes fueron perfectos en la santidad y la justicia. Nos dicen también que cayeron de su exaltado estado de perfección y que su descendencia ha heredado de ellos este estado caído y pervertido que manifiesta en la actualidad.
La ciencia nos enseña que no hay necesidad alguna de un Salvador; todos nos evolucionaremos tarde o temprano a la perfección. Dicen que no somos criaturas caídas teniendo necesidad de la redención sino somos absolutamente libres de culpabilidad alguna porque somos simplemente seres evolucionantes haciendo lo mejor posible en esta etapa de nuestra jornada para arriba. En cambio, la Biblia dice que todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios la cual tuvieron en el principio y que la ira de Dios está determinada contra todos los pecadores. Pero, al mismo tiempo, las Escrituras nos ofrecen una esperanza de salvación, no sólo de la ira sino también del pecado que trae la ira. Ellas nos dicen de los medios para la restauración fuera de nuestra caída, no sólo otra vez en el estado de perfección del cual Adán cayó originalmente sino hasta un estado más exaltado, aun el estado de la estatura de Cristo mismo.
La teoría de la evolución no da ninguna explicación en relación a la maldad que corrompe al hombre y todo lo que a él se relaciona. Por medio de esta teoría no se encuentra la origen a la maldad y la crueldad que casi completamente llenan las páginas de la historia del género humano. Buscando atrás en el tiempo aun antes de la historia escrita todo lo que se puede hallar en relación al hombre y sus hechos son las guerras, los robos, las matanzas, las invasiones, los homocidios, las torturas, los estupros, etc. La ciencia, con todo su supuesto conocimiento y sabiduría, no puede proporcionarnos con ninguna explicación ni ninguna solución al problema. La Biblia tan sólo nos revela por qué el hombre es como es y lo que se puede hacer para cambiarlo. Teniendo esto presente vamos a escudriñar las Escrituras para ver lo que pueden decirnos del pasado, del presente, y del futuro de la especie humana.
En el primer verso mismo de la Biblia y en todas las páginas que siguen, podemos ver que, en contra al politeísmo de los gentiles, el Dios de Abraham, Isaac, y Jacob nos es presentado como un solo Dios. Sin embargo, por todo el Antiguo Testamento una de las palabras hebreas que se usa muy a menudo por Dios es Elohim que es una palabra plural. Por tanto, desde el principio hasta el fin nuestro Dios queda un misterio a la mente del hombre. Por alguna manera misteriosa, aquel un solo Dios demuestra una naturaleza triple en que las tres pueden manifestarse al mismo tiempo. Esto, por supuesto, hace tambalear la mente y, si no se tiene cuidado, puede llevar a especulaciones peligrosas acerca de la estructura de Dios, conduciendo últimamente a la idolatría en una forma u otra.
En el primer capítulo de la Biblia nos dice de la creación del hombre:
Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza...Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó.... Génesis 1:26,27
Así, vemos que Adán fue creado a la imagen de Dios. Naturalmente, esto no quiere decir que él era como Dios sino sólo que fue creado con las cualidades y las características de Dios. Por ejemplo, Adán fue creado en la semejanza de la triple naturaleza de Dios en que él era una tricotomía, es decir, él tenía tres facetas inseparables de su naturaleza--el cuerpo, el alma, y el espíritu.
En este sentido, Adán era una creación singular. Todas las otras criaturas son dicotomías. Por ejemplo, un angel tiene un alma y un espíritu pero no tiene un cuerpo, y un animal tiene un alma y un cuerpo pero no tiene un espíritu. Según lo que sabemos de la Biblia, considerando todas las criaturas del universo, entre ellas, solo Adán fue creado a la imagen de Dios--un ser con una naturaleza triple, todas de las tres facetas siendo manifestadas a la vez.
Además de lo dicho, Adán fue creado moralmente perfecto. No tenía mancha ni arruga ni cosa semejante. El fue creado perfecto en la santidad y en la justicia y era digno de estar delante del Dios Todopoderoso, siendo a Su propia imagen y conforme a Su propia semejanza. No se encontraba la más mínima mancha ni maldad en él tocante a los pensamientos, las palabras, o los hechos. También, como Dios, Adán era un agente de libre albedrío, puesto que la santidad y la justicia no tienen sentido alguno sin el ejercer de una voluntad libre.
Finalmente, como Dios, Adán tenía el poder de crear a su propia imagen y a su propia semejanza. Aunque los animales tenían la capacidad de procrear, Adán fue singular en este respecto porque ningún otro espíritu en el universo podía hacerlo. Los ángeles nunca pueden procrear para producir más ángeles. Cada ángel es un acto individual de creación por Dios mismo. Así, podemos ver que Adán no sólo era singular sino también era la creación suprema de Dios.
Este era Adán en su estado original de perfección y pureza. Este es el hombre de quien son engendrados todos los miembros del género humano. Dios había restaurado la tierra y había creado a Adán para ser su nuevo gobernador. Dios lo colocó en el jardín para aprender y para ser probado. En el principio, él fue dado solamente un mandamiento para obedecer. Sin duda, habrían otros más tarde. Pero Dios claramente le avisó de que el día que pecara ciertamente moriría. A la vez cuando se demostrara digno, él reemplazaría a Satanás como el gobernador y luego tomaría el dominio sobre la tierra entera. Pero Satanás entró en el jardín y tentó a Adán con tan buen éxito que él intencionadamente pecó contra su Creador.
En el quinto capítulo de su carta a los romanos, Pablo nos dice que por el pecado de un solo hombre la muerte entró en el mundo. Cuando Adán pecó, la sentencia de la muerte fue decidida sobre él. Ya que todos los hombres estaban en Adán, es decir, en su simiente, la muerte pasó a todos los hombres. Podemos ver una situación parecida en el caso del rey Jacobo II de Inglaterra. Cuando él fue destronado en el año 1688 y huyó a destierro, perdió su corona. Pero no solo él, sino todos los primogénitos futuros nacidos de él y su linaje también perdieron la corona en él. Su hijo y el hijo de su hijo y el hijo del hijo de su hijo, etc., también perdieron la corona de Inglaterra cuando su padre Jacobo II fue destronado. Podemos ver esta idea aplicada al género humano en los versos siguientes de las Escrituras:
Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen y llamó su nombre Set Génesis 5:3
Es una ley de la naturaleza que se engendra sólo a su propia imagen y semejanza. Porque Adán se había hecho un pecador, solamente podía engendrar pecadores. El había caído de la imagen de Dios y ya no podía transmitir esa imagen a sus niños. La muerte difundió por su ser, y él no podía hacer otra cosa que pasar esa muerte a sus niños que estaban en su simiente.
¿Qué es la muerte que entró en Adán y por él en todos los hombres? ¿Significa la aniquilación, es decir, la destrucción total y la inexistencia de la persona, como creen los Adventistas del Séptimo Día y los Testigos de Jehová? No, con toda seguridad no significa eso. Entonces, ¿quiere decir que el cuerpo muere y que el alma se separa de ella? Sí, significa eso, pero también significa más que eso. Debemos recordar que la sentencia de la muerte fue dada al hombre total. Y también debemos recordar que Adán era una tricotomía. Por lo tanto, la muerte debe afectar todas las facetas de su naturaleza--su cuerpo y su alma y su espíritu.
Todo el mundo sabe qué es la muerte física. Hemos visto morir a nuestros abuelos, a nuestros padres, a nuestros tíos, y a nuestros hermanos. Sabemos con toda seguridad que nosotros mismos debemos ir algún día en el camino de toda la carne. Entendemos que algún día los procesos de la vida van a pararse y el cuerpo comenzar a podrirse. Lo entendemos, pero no nos gusta. A menudo los hombres hacen esfuerzos grandes y gastan mucho dinero para evitarlo, pero sin éxito. Cuando un niño nace en el mundo, podemos estar seguro de una sola cosa de su futuro--algún día va a morir. Hasta cierto punto, el niño nace muerto, porque la muerte está en su ser mismo.
Así como todos los niños nacen con una corrupción física llamada la muerte trabajando en sus miembros, así también nacen con una corrupción moral trabajando la muerte en sus almas. Cuando Adán pecó, una corrupción de la maldad, es decir, una muerte moral, entró en su alma. Ya no era a la imagen de Dios sino cayó a la corrupta y rebelde imagen de Satanás. Y todos los niños de Adán heredan esta propensión mala de la mente y del corazón. Por esta razón Dios miró hacia abajo al mundo y dijo
Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal Génesis 6:5
Es a causa de esta muerte y corrupción universal del alma que la historia del hombre es una historia de maldad y impiedad. Esta es la razón por qué los hombres, las mujeres, y los niños matan, mienten, hurtan, y cometen todos los pecados imaginables; esta es la razón por qué los gremios de obreros, corporaciones, y naciones defraudan, mienten, hurtan, y matan para ganar sus objetos egoístos; y esta es la razón por qué el mundo se destruirá a sí mismo a menos que el Señor regrese y establezca su reino en la tierra.
Esta muerte del alma, este estado caído de la mente y de la voluntad también se llama la mente carnal en las Escrituras:
Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden Romanos 8:6,7
La mente y la voluntad del hombre natural y no convertido, sea religioso o no, no se sujetan a la mente y a la voluntad de Dios, y por sus naturalezas mismas nunca jamás pueden. El hombre en su primer nacimiento puede ser religioso, y a menudo es, pero nunca puede desear la voluntad de Dios porque los caminos de Dios no son los caminos del hombre y los pensamientos de Dios no son los pensamientos del hombre.
Finalmente, tenemos que considerar la muerte de la tercera faceta de la naturaleza de Adán, su espíritu. Cuando Adán pecó, su espíritu sufrió la muerte, es decir, ya no podía comunicarse espiritualmente con Dios que es un Espíritu. Naturalmente, Dios podía comunicarse con Adán en su estado de muerte pero tenía que comunicarse con la naturaleza animal de Adán. Pablo habla expresamente de esto:
Y él os dió vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo de los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dió vida juntamente con Cristo... Efesios 2:1-5
Vamos a examinar estos versículos con cuidado. Primero, debemos notar que esta carta fue escrita a los convertidos, no a las personas del mundo, como es evidente del primer versículo de la epístola. Segundo, Pablo les dice que habían estado muertos en delitos y pecados pero que estaban ahora vivificados y hechos vivos. Tercero, les recuerda de que solían caminar según el modo del mundo, es decir, de acuerdo con las conducciones de Satanás que motiva a todos los no convertidos en el mundo entero. Cuarto, él reitera que todos los hombres sin conversión viven para cumplir las codicias de la carne, de la mente, y del espíritu y que son todos sin excepción criaturas réprobas. Y últimamente, él dice que, cuando estaban muertos en sus pecados, fueron vivificados en Cristo.
Es evidente que esta muerte no podía haber sido la muerte física. Ellos no estaban muertos en sus cuerpos y luego resucitados a la vida. Estaban muertos en sus espíritus y separados de Dios y la ira de Dios fue determinada en contra de ellos. Pablo nos dice que todos los hombres en su estado natural están siguiendo a Satanás y viviendo de acuerdo con sus propias codicias. Hay que recordar que todos no codician las mismas cosas. De acuerdo con sus propias naturalezas algunos hombres aman el poder, algunos hombres aman el burdel, y algunos hombres aman el santuario. En algunos hombres las codicias de la carne trabajan muy fuertemente y las codicias de la mente apenas siquiera un poco. En otros hombres lo opuesto es la verdad; ellos sienten repugnancia hacia los pecados groseros de la carne. Por otra parte, persiguen las codicias de la mente en el arte, la música, las ciencias, la filosofía, y la religión con el mismo espíritu rebelde y el mismo entusiasmo que lo más renombrado de los disolutos.
Esto es el origen y la caída de Adán. Y por medio de él esto es el origen y la caída del entero género humano. No hay ni una cosa buena en el hombre. Como dicen las Escrituras, todos los pensamientos e imaginaciones de su corazón son malos y eso continuamente. El no puede agradar a Dios más en su religiosidad de lo que puede agradarle en su maldad, porque se nos dice que aun el arar y el orar del pecador son igualmente pecaminosos. El hombre nace con la espalda hacia Dios y con la boca llena de mentiras. El es por la naturaleza una rebelde criatura de la ira. No hay ningún pecado de que no es capaz y no hay ninguna iniquidad de que la semilla no está en su corazón. El hombre es desesperadamente, absolutamente, y eternamente perdido. El debe tener un Redentor.
Que Dios ha proveído un redentor en Jesucristo ya ha sido tratado extensamente en el libro del autor llamado Jesucristo, La Palabra De Dios. Ya ha sido mostrado cómo Jesucristo siendo en forma de Dios se despojó a sí mismo para tomar la forma de los hombres para ofrecerse como sacrificio de expiación por los pecados del mundo, el justo por los injustos. Se mostró cómo Jesús satisfizo los aspectos legales de la salvación y de la redención, y ahora queremos examinar la manera en que esta redención está realizada en el hombre para restaurarle de su horrible caída.
Claramente, ya que la muerte entró en todos los tres aspectos de su ser, síguese que el hombre debe experimentar una triple restauración fuera de su caída. La Biblia enseña con claridad que esta restauración no es realizada de una vez. Por el contrario, nos dice de tres obras distintas de Dios en el hombre--la justificación, la santificación, y la glorificación. Cada una de estas obras es efectuada en el individuo por el poder del Espíritu Santo y sin El no hay nada posible que el hombre puede hacer. La salvación es una obra de Dios de cabo a rabo, y el hombre no puede hacer nada menos que creer en la apariencia del Espíritu de Cristo en el corazón cuando le venga y obedecerle al Señor en todo.
La obra de la justificación es el primer paso en la restauración. Existe a la vez un lado legal y un lado práctico con esta obra. Para poder estar de pie delante de Dios sin ser condenados debemos ser legalmente justificados, y para ser legalmente justificados nuestros pecados deben ser perdonados. Pero, obviamente, esto no valdría nada si no fuéramos hechos verdaderamente justos para que no volviéramos a caer en los pecados. Debe ser claro que, a menos que fuéramos hechos justos, naturalmente continuaríamos pecando como antes. Por lo tanto, la ira de Dios quedaría sobre nosotros porque nuestro pecar continuo nos traería continuamente su condenación justa.
Muy afortunadamente para nosotros, la obra de la justificación es más que un mero suponernos estar justos. Dios no es un mentiroso y tampoco es un pretendiente. El aborrece el pecado y debe odiarlo para siempre. No nos achaca la justicia de Cristo, como lo cree la mayor parte de la iglesia del mundo que es amante del pecado. La doctrina de la imputación de la justicia de Cristo no se encuentra en la Biblia. Lo que Dios sí hace es exactamente lo que deberíamos esperar que hiciera si de veras odiara el pecado. Dios nos imparte la justicia de Cristo. Nos perdona nuestros pecados, introduce dentro de nosotros el Espíritu de Cristo, y nos hace vivos en su Hijo amado. El nos quita la muerte espiritual a fin de que lleguemos a ser espiritualmente vivos hacia Dios. Nos hacemos nuevas criaturas en Cristo al ser renacidos por medio del poder del Espíritu de Dios.
Este renacimiento no es solamente un concepto legal. Viejas cosas desaparecen y todas las cosas llegan a ser nuevas porque por medio de Cristo somos hechos conquistadores sobre el mundo, la carne, y el Diablo. La comunión con Dios se restaura porque el espíritu del hombre se rescata de la muerte. El resultado de la obra de la justificación es que pasamos de muerte a vida, de un estado de condenación a un estado de aceptación con Dios.
Esta es a la verdad la primera obra divina del Espíritu Santo en el hombre para restaurarle de la caída. La vida divina es introducida dentro del espíritu muerto para que nazca de arriba, un segundo nacimiento, un nacimiento espiritual. El espíritu que estaba muerto en delitos y pecados se resucita. Ha pasado de la muerte a la vida y ahora puede oír la voz del Espíritu Santo en lo interior. Es la primera vez en su vida que es un hombre espiritual con anhelos y deseos espirituales. Es la primera vez en su vida que puede tener comunión con el Dios Todopoderoso. Los ojos espirituales se abren para que ahora pueda ver, los oídos espirituales se abren para que ahora pueda oír, y los sentidos espirituales se hacen vivos para que ahora pueda tocarle al Señor y gustarle y saber que Dios es verdaderamente bueno. Esta obra de la justificación es la primera obra de Dios en el alma. Y es real.
El alma nuevamente convertida casi siempre pasa por un tiempo de alegría y grandes bendiciónes. El corazón arde de amor hacia su Redentor, y parece que no hay otros enemigos para conquistar. Pero no es el caso. Después de un rato se encuentra que existe un gran enemigo dentro de su alma, la naturaleza del yo. Tarde o temprano el convertido entra en conflicto con la mente carnal que no se sujeta a la ley de Dios, y en efecto no puede. Se halla vacilante e inestable en todos sus caminos como si tuviera dos mentes.
Mientras el alma redimida camina en la senda estrecha que lleva a los cielos, él aprende que "el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis." Glatas 5:17 Aprende que hay una ley, la ley del pecado y de la muerte, trabajando en sus miembros continuamente de la cual debe guardarse siempre no sea que le mate inopinada y repentinamente. Está penosamente enterado de que su alma todavía es torcida por la caída para que no siempre pueda hacer la plena voluntad de Dios, aun cuando quiera hacerla con todo el corazón. El temor del hombre, el egoísmo, y el orgullo no están lejos debajo de la superficie y, dados la oportunidad, prorrumpirán a la plena vista. Pero también sabe que "los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos." Gálatas 5:24
Este es el viejo hombre, la mente carnal, la naturaleza de Adán que ensucia tanto el mundo. Esta es aquella muerte que entró en el alma del hombre, que torció la mente y pervirtió la voluntad. Pero Dios en su misericordia ha proveído un remedio aun para esto. El sacrificio de Jesucristo ha comprado una salvación completa, una salvación de la ira y una salvación del pecado que lleva la ira. El convertido en esta vida puede tener el corazón purificado de todo pecado para que su voluntad sea perfectamente en armonía con la voluntad de su Creador. Con este propósito existe el bautismo con el Espíritu Santo y fuego.
El bautismo en agua de Juan purificó el cuerpo ritualmente para simbolizar la purificación de la vida exterior de una persona con un arrepentimiento sincero, pero Juan sabía que su bautismo era simplemente un símbolo de aquel bautismo que iba a venir. El mismo dijo que él bautizaba en agua, pero iba a venir otro, aun Cristo, quien bautizara en Espíritu Santo y fuego. Este bautismo con el Espíritu Santo es el único y el verdadero bautismo cristiano y es la única manera de librarse de la naturaleza pecaminosa interna. El sentido verdadero de la palabra bautismo del griego es una purificación, como explica el autor más ampliamente en su libro El Bautismo Cristiano. Sólo el fuego detersorio del Espíritu Santo puede purificar el alma de un hombre y librarle de todas las manchas del pecado, así capacitándole que viva en armonía con la voluntad de Dios en el pensamiento, la palabra, y el hecho.
Dios es amor y el hombre debe ser perfeccionado en el amor para estar en armonía perfecta con su Creador. El hombre en el estado no santificado nunca puede amar como Dios ama. Mientras que la naturaleza de Adán se encuentre en el alma, él nunca podrá cumplir los mandatos de Cristo en el quinto capítulo de Mateo dónde dice, "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto." Pero cuando el Espíritu Santo caiga sobre el creyente para purificar su alma, el interior del hombre será perfectamente restaurado y luego el Espíritu en su plenitud hará su domicilio en el templo de su corazón purgado. Esta es la segunda obra de Dios en el hombre. Esta es la obra de la santificación entera. Y es real.
Último en orden pero no en importancia, el cuerpo debe ser vestido de inmortalidad. Nuestra redención nunca puede ser completa sin la restauración del cuerpo. Solamente personas ignorantes desean librarse del cuerpo. Ya que somos una tricotomía por creación, nunca podemos estar felices sin un cuerpo. Pero este cuerpo actual es corrompido por la muerte y, por eso, tampoco podemos estar felices con él. La enfermedad y el sufrimiento, los defectos de nacimiento y las deformidades, la vejez y las arrugas--todos son el resultado de la caída de Adán.
El apóstol Pablo nos dice de esta última fase de la restauración en lo siguiente:
Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo...Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual...Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? I Corintios 15:35-55
Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. Filipenses 3:20,21
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. I Juan 3:1,2
Así pues la fase final de la restauración será labrada cuando resuciten los muertos. La muerte será sorbida en victoria y Jesucristo será triunfante sobre todos sus enemigos. El pecado trajo la muerte al cuerpo, al alma, y al espíritu. Pero en Cristo podemos ser más que conquistadores, porque Cristo ha comprado con su sacrificio la restauración completa de la caída del hombre--el nacimiento nuevo que lleva vida al espíritu muerto, el bautismo con el Espíritu Santo el cual libra el alma de todo pecado, y la glorificación en la resurrección la cual lleva inmortalidad al cuerpo. Y son reales.
¡¡¡Aleluya!!!