EL CAMINO DE LA VIDA

En lo profundo del corazón de cada persona por intuición existe el sentimiento que debe existir "un camino," un camino que se dirige hacia Dios y es senalado por Dios mismo. Este sentimiento existe muy claro en el corazón de los niños, y permanece así hasta que el individuo o llega a ser endurecido por el practicar de pecados groseros o es endurecido por la sabiduría de este mundo. Pues cada persona sincera debe admitir que durante alguna época de su vida tuvo el deseo serio de conocer a Dios y de caminar en su camino. Pero a medida que se rinde a las codicias de la carne o de la mente, una niebla negra empieza a cubrir el corazón, la cual apaga cualquier anhelo ferviente para con Dios. A veces, después de que estas tinieblas han envuelto el corazón y si el individuo tiene inclinaciones religiosas, puede ser que se haga activo en uno u otro de los caminos de su alrededor, pero su religión no es la religión de Jesús y tiene sus raices en las regiones de los condenados. Pues la religión de Jesus es el hacer la voluntad del Padre, pero la religión de esta persona es el hacer su propia voluntad en el nombre del Padre. Estos dos caminos son tan opuestos como es la luz de las tinieblas.

Pues bien notamos la fuente y el fundamento de los muchos caminos y profesiones en este mundo, cada uno afirmando ser de Dios y en el orden divino. Ellos todos tienen su origen en la caída y corrupta naturaleza y sabiduría del hombre mientras está en el extrañamiento de Dios. Por esta razón están llenos de hipocresía y engaño. Pues es imposible que el hombre caído pueda entremeterse en las cosas de Dios sin crear una institución sólo superficialmente similar a la iglesia de Jesucristo, pero en realidad por dentro está llena de maldad y toda cosa perversa. Este es "el Misterio espiritual, Babilonia la Grande, La Madre de las Rameras y de las Abominaciones de la Tierra quien estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenia en la mano un caliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación." (Apocalipsis 17:4, 5.) El que tiene oídos para oír, oiga.

Así pues los caminos falsos son muchos e incontables. Tal como no hay limites para la imaginación mala del hombre, tampoco hay límites para los caminos que él inventa. Porque tal como el hombre justo puede ser ínspirado por el Espíritu Santo, también el hombre perverso puede recibir inspiración de aquel Maligno, el enemigo acérrimo de su alma. Además, Satanás sabe que el camino santo de Dios es carga pesada para la mente carnal. Siendo así, él sabe que si inventa muchos otros caminos falsos que son llamativos a la carne en una u otra forma, el corazón engañoso del hombre se encargará de lo demás.

Una gran parte de la humanidad acudirá en bandadas a estos caminos inventados porque están diseñados mañosamente por el enemigo para recurrir a la propia idea del hombre de lo que debe ser la religión. "Hay camino que al hombre le parece derecho: pero su fin es camino de muerte." (Proverbios 14:12.) Por lo tanto, si el hombre piensa que la religión debe estar llena de ritos y ceremonias y toda clase de elegancias, es atraído por los Católicos, Episcopales, Luteranos, o Mormones. Si el piensa que la religión debe complementar su círculo social y mejorar la sociedad, es atraído por los Unitarios, Congregacionales, Metodistas, Presbiterianos, etc. O si él piensa que la Biblia debe tener un lugar importante en la religión, él busca a los Bautistas, Nazarenos, Menonitas, etc. Si él piensa que la religión debe poseer un alto grado de emocionalismo y manifestaciones externas tal como el hablar en lenguas y el hacer milagros, será atraído por los Pentecostales y Carismáticos. Y, finalmente, las religiónes del oriente son ofrecidas a los orgullosos que quieren alguna cosa altisonante e intelectual. Pero no importa cual sea nuestro gusto personal, Satanás ha provisto un camino de nuestro agrado en el cual cabemos con mucha facilidad.

La segunda parte de los hombres se compone de aquellos quienes no asisten a ninguna iglesia, o a la de su crianza sin regularidad. Ellos son demasiado perezosos espiritualmente y envueltos en los placeres de esta vida para interesarse por su postrero fin. Ellos tienen una extraña y vaga noción de que son cristianos y esperan entrar a los cielos aún cuando sus vidas enteras están completamente dedicadas a la adquisición de bienes terrenales y a la persecusión de placeres mundanales. Su diós es el vientre y el fin de ellos será la perdición.

El resto de la humanidad, quienes no son atraídos a la religión sino más bien a la impiedad, se inclinan hacia el humanismo, deismo, ateismo, agnosticismo, y hedonismo. Esto no implica que están necesariamente envueltos en pecados groseros. Al contrario, muchos de ellos son moralistas orgullosos muy satisfechos de sus hechos. Pero uno y todos son anti-cristos. Ellos niegan absolutamente la necesidad de un Redentor, y pisan bajo sus pies la sangre de Cristo como si fuera cosa inmunda. Siendo por naturaleza opositores de Dios, usan el hecho que hay tantos caminos que afirman tener la razón para respaldar sus opiniones de que no hay ningún camino verdadero. ¡Pero que tontos! Rotular algo como falso es confesar la necesidad que exista lo verdadero.

Sin embargo, todos estos, el religioso y el no religioso, tienen algo en común, pecado en sus vidas. Aun cuando el religioso se cree más santo que el no religioso y el no religioso se considera intelectualmente superior al religioso, los dos son iguales ante los ojos de Dios y son hijos del infierno. Uno piensa que su membrecía en la iglesia se salvará, otro por su bautismo, otro por sus buenas obras, otro por su fe, otro por aceptar a Cristo como su Salvador, otro porque nunca ha hecho algo muy malo, y otro negará por completo la necesidad de su salvación, pero todos son iguales en el hecho de que no se han alejado del pecado.

La serpiente ha tenido unos seis mil años de experiencia en enganar al hombre. El sabe que la controversia de Dios es contra pecado, y que no importa cuan buenos aparentemos ser, o el buen trato hacia otros o a cual iglesia asistamos, o cuantas buenas obras tengamos, o cuanta fe tengamos, o el alto nivel moral que pretengamos ante los demás, sino que, sin embargo, somos todos hijos del infierno y listos para la perdición eterna a menos que hayamos sentido el pecado destruído de nuestras vidas y corazones por el poder de Dios y hayamos sido libertados del vano espíritu y conversación del mundo. Porque se ha decretado eternamente que no debemos amar al mundo, ni las cosas que en él hay, porque el mundo está en enemistad contra Dios y cualquiera que amara al mundo es enemigo de Dios.

Ahora puede ser que alguno engañado mencionado anteriormente diga que no ama al mundo sino que ama a Dios. Pero eso es insensatez. El, a quien servimos, es aquél a quien amamos. Jesús claramente nos dice que no le amamos si no guardamos sus mandamientos. A la vez nos dice que no debemos tener amistad con el mundo y que debemos salir de entre ellos y ser un pueblo separado. Mas estos miembros engañados de la iglesia permanecen siempre en amistad con todo el mundo y nunca sienten la necesidad de salir de entre ellos. El Espíritu nos manda expresamente a no conformarnos al mundo, pero ellos están completamente conformados en su moda de vestir, novedades, placeres, su política, etc. Si pone un agnóstico moralista lado a lado con uno de estos miembros religiosos, no se puede encontrar ni pizca de diferencia entre ellos. De modo que notamos que ellos sólo le rinden un servicio de labios a Dios, pero por sus acciones le niegan por completo.

El Señor nos enseña que existen sólo dos caminos, aunque para la persona de poco escudriñamiento aparentan haber muchos. El nos habla de un camino ancho, el cual permite mucha libertad de movimiento a sus viajeros. La puerta que tiene paso a este camino es tan amplia que cualquiera puede entrar sin tener que abandonar nada y encaminarse hacia su última meta, destrucción eterna. El Señor nos asegura que casi todos escogen ese camino y que está apiñado de una multitud quien está alegremente engañada. Es un camino tan fácil y cómodo, lleno de toda clase de placeres mundanos y cosas agradables. ¡Pero, ay, ay! Cuán triste su fin.

El otro camino tiene un contraste agudo. No posee una hermosura exterior atractiva a la naturaleza del hombre caído y carnal. Es un camino humilde, despreciado, austero, y plenamente sencillo. Este camino es lleno de toda clase de peligros y penalidades. Cada día sus viajeros fatigados tienen que recoger sus cruces y seguir las pisadas ensangrentadas de su Señor crucificado. ¡Que escabroso y angosto es este camino! A diferencia del camino ancho que es muy plano y cuesta abajo, este camino es hacia arriba entre las rocas y por muchos precipicios peligrosos.

Esta senda es solitaria y los peregrinos quienes por ella viajan son muy pocos y escasos. Pues aún cuando todo hombre nacido en este mundo llega a su puerta, pocos son los que por ella pasan. Día tras día estos peregrinos trabajosamente suben hacia su meta, soportando los insultos, burlas, y pedradas de parte de los que pasean facilmente por el camino ancho porque los paganos se enojan cuando observan la seriedad y sobriedad de las vidas de los santos y ven que ellos andan en el temor y pavor del Dios Todopoderoso, quien es el juez de todo el mundo.

La puerta que se comunica con este camino angosto es estrechísima. No es posible pasar por esta puerta llevando cosas pertenecientes a la vida vieja. Si algún hombre desea caminar en el camino que conduce a la vida eterna, debe desecharse de todo y escasamente pasar por esta puerta hacia el camino estrecho. Es aquí donde las multitudes tropiezan. No tienen el deseo de soltar sus placeres pecaminosos. Ellos gustosamente quisieran tener sus pecados y su cielo a la vez.

Esta puerta es la puerta del arrepentimiento, y este camino es la carretera de santidad. Cosa inmunda no pasa sobre él. Y no hay otro camino al cielo como todos descubrirán en el final. Aún cuando millones de religiosos profesan el nombre de Cristo, todo es en vano. En el vivir no se distinguen de los demás. Ellos gozan de los mismos deportes, juegos, películas cinematográficas, televisión, y visten de la misma forma grosera como los incrédulos. La verdad inescapable es que todos estos caminan por el mismo camino ancho. Lo que profesan no es de importancia, son conocidos por sus frutos. Están perdidos, sin Dios y sin esperanza.

Una de las palabras mas picantes de la Biblia es la palabra arrepentimiento. Pocos la entienden y un número más reducido ha experimentado lo que significa. No es reforma porque un hombre puede reformarse sin tener deseos hacia Dios. Muchos borrachos y disolutos se han reformado sin estar una jota mas espiritual por haberlo hecho. Pero reforma sí es similar al arrepentimiento y por entender esta palabra tal vez entenderemos qué es arrepentimiento.

Reforma es un cambio completo de nuestro estilo de vida y hábitos para conformarnos al código de ética y comportamiento de la sociedad. Arrepentimiento es un cambio completo de nuestro estilo de vida y hábitos para conformarnos al código de ética y comportamiento de Dios. Son similares pero tan distintos como la noche y el día. Pues, en realidad, el arrepentido no encuentra más aceptación en la sociedad que el disoluto. Y la razón es muy clara. El mundo entero está en enemistad con Dios y con todos sus seguidores.

Más específicamente, el arrepentimiento es darle la espalda a todo lo malo, a todo placer mundano, dirigir el rostro hacia Dios, caminar en su santa senda, y ser obediente a sus órdenes celestiales. No es nada menos que la pérdida total de nuestra propia vida. Pues, cuando el hombre se arrepiente, renuncia sus propios deseos, planes, ideas, religión, filosofías, política, y codicias. En breve, él pierde su propia vida, toma su propia cruz, y sigue a Cristo.

El hombre, en la caída, nunca puede ser aceptable en la vista de Dios porque su corazón y voluntad están tercos y rebeldes. Por lo tanto, sus obras son igualmente inaceptables porque provienen de la naturaleza rebelde. Por esta razón, el arrepentimiento debe penetrar tan profundo como la caída. Mas en el mundo entero no existe algo tan difícil, porque arrepentimiento verdadero es tan profundo y tan radical y tan completo que el hombre por sí mismo nunca puede hacerlo. El arrepentimiento es un don de Dios hacia el alma hambrienta y sedienta. Nunca es concedido al medio interesado. De modo que, queda al hombre entregarse enteramente a Dios—su cuerpo, su alma, y su espíritu y, después, Dios obrará el arrepentimiento verdadero en el corazón para convertir el alma y hacerlo una nueva criatura en Cristo Jesús.

Pero no tenga equivocación sobre el asunto. Esta nueva criatura no es simplemente la antigua reformada. Es como lo dice. Una nueva criatura en Cristo Jesús. Las cosas viejas pasaron en verdad. Todas son realmente hechas nuevas. Si no fuera así, nunca podríamos permanecer en el camino angosto. Porque la criatura vieja aborrece la angostura de este camino. Por eso, si se trata de caminar por esta vía sin conversión, después de un ratito se desviará hacia un camino más ancho. En cambio, esta nueva criatura aborrece de corazón toda cosa pecaminosa y ama las cosas santas y justas. Su delicia es hacer la voluntad de su Padre y aborrece el espíritu y conversación vana de este mundo. Evita las malas modas de vestir, las cosas pasajeras de este mundo perverso, y todos sus placeres enganosos, reconociendo que todo esto tiene su origen en la codicia. Este hombre está morando en el cielo con Cristo y su espíritu está volando muy arriba de lo sucio y malo de este mundo.

Querido lector, mientras todavía hay tiempo para escapar del terrible castigo que se acerca, permíteme darle una llamada viva al arrepentimiento, una llamada a una manera de vida espiritual y celestial. No hay otro camino de escape. No se deje engañar por el enemigo del hombre o de alguno de sus muchos ministros, "Pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. El que siembra la satisfacción de sus malos deseos recogerá una cosecha de muerte. El que siembra la satisfacción del Espíritu, del Espíritu recogerá una cosecha de vida eterna." (Gálatas 6:7, 8.) En este día, querida alma, se le han presentado dos caminos—el camino de la vida y el camino de la muerte. El escoger es de Usted.